Westworld y la rebelión de la máquina

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Westworld fan art: Maeve, William y Dolores, por @saintworksart

La película de 1973 WestWorld («Almas de metal»  aquí en España) del novelista Michael Crichton (Parque jurásico, Esfera) tuvo un éxito muy pasajero, y rápidamente envejeció sin mucho tino, adelantada por muchas otras con mejores efectos especiales (no olvidemos que La guerra de las galaxias: una nueva esperanza es de 1977), quedando relegada a la memoria de unos pocos cinéfilos y un fantástico homenaje en la serie de TV «Los Simpsons»*.

Y, ya en 2016, la gente de HBO (también conocidos como: te traigo una serie buena, pero te la aderezo con teticas, «porsia») lanzó Westworld y, para algunos, descubrió la rueda. El caso es que, con más o menos acierto, la rebelión de la máquina es una constante en la literatura y el cine desde principios del s.XX.

Los orígenes de la rebelión de la máquina

Aunque ingenios mecánicos ha habido muchos a lo largo de la historia de la humanidad, muchos de ellos se limitaban a labores menores, tales como interpretaciones musicales, o puro movimiento (como «La paloma» del filósofo griego Arquitas). Es a principios del s.XX cuando la palabra robot hace su aparición y, con los avances tecnológicos propios del siglo, el concepto empieza as popularizarse tal y como lo conocemos en nuestros días.

Quizá una de las primeras referencias literarias (sí, he dicho literarias) que a cualquiera se nos viene a la cabeza cuando es preguntado por el origen de la rebelión de las máquinas es Metrópolis, de Fritz Lang. Pero he dicho conscientemente literarias porque el guión no es obra de Lang, sino de su mujer, la novelista Thea von Harbou que escribió este libro, para luego ser trasladado a la famosísima película. En él, una María robótica suplanta una identidad humana y, posteriormente, es utilizada con unos fines distintos a aquellos para los que fue creada.

No es extraño que, con estos mimbres, el ser humano, top de las criaturas del planeta, se vea amenazado en su superioridad, y la ciencia ficción es ideal para afrontar y analizar esos temores. Yo, robot (Isaac Asimov, 1950) explora, en nueve relatos, las relaciones de los robots con el mundo humano, y sus tres leyes de la robótica han sido utilizadas hasta la saciedad en obras posteriores, tomándose como un modelo ideal de «libertad bajo control» para nuestros esclavos mecánicos.

El avance tecnológico

Pero el tratamiento fatalista del fenómeno, tanto en el cine como en la televisión, no pudo echar atrás los avances de la ciencia aplicada que, sobre todo en la segunda mitad del siglo, se ocuparon en la creación de autómatas con apariencia pretendidamente humana. Todos recordamos el famoso ASIMO de Honda, que desde 1997 tiene la misma apariencia y prácticamente no hace otra cosa que subir escaleras y poco más.

Afortunadamente, no todos los científicos e ingenieros siguen empeñados en que los robots tengan apariencia humana, y hay muchas y muy interesantes propuestas con otros diseños, como este diseño en forma de enjambre de la universidad de Harvard, el cubo que puede moverse por sí mismo o mi favorito, Symbrion, del que podéis ver un pequeño vídeo a continuación:

Después de proyectos como este se ha hecho famosa Boston Dynamics con su proyecto SpotMini de movimiento autónomo, que ahora además cuenta con un brazo y puede pedir ayuda a otros «individuos». A vosotros no sé, pero a mí este vídeo me da un poco de mieditis:

Westworld: La rebelión de las máquinas

Aún a día de hoy se siguen planteando de forma novedosa las grandes preguntas respecto a la identidad de la máquina y la supuesta esclavitud a la que se ven (o se verán, en un futuro) sujetas pero, ¿por qué las máquinas habrían de rebelarse contra sus creadores? Las teorías principales suelen ser tres:

La máquina se descubre superior al hombre

Del mismo modo que nosotros no le preguntamos a las vacas sobre la política en oriente medio, una inteligencia superior no tiene necesidad (ni interés) en conocer las intenciones del hombre, para llevar a

cabo las suyas propias. También os recuerdo que nosotros nos comemos las vacas sin preguntarles…

La máquina no quiere ser esclava

«Así que, ¿por el nimio detalle de que tú me has creado yo voy a tener que hacerte caso hasta el fin de los días?» Lógicamente, un ser dotado con conciencia e inteligencia (aunque no sea superior a la humana) puede anhelar, al igual que los humanos, la libertad. Y, si esa no se consigue por las buenas… Bueno, la historia de la humanidad está llena de revoluciones que ilustran qué puede pasar.

El ser humano es un peligro para sí mismo

Me pareció uno de los más originales cuando surgió como planteamiento para la rebelión. El robot, como singularidad o comunidad, erigido como protector del planeta y no del ser humano, concluye que este es una plaga para el planeta y la vida que alberga (como enuncia el agente Smith en la película The Matrix). Lamentablemente, ya está, al igual que los anteriores, bastante manido, por lo que ha perdido lo único que lo hacía destacable.

Animatrix: Segundo renacimiento

 

Recomendaciones

* No. El conato de serie «Beyond Westworld» es como «Los inmortales 2». No existe.

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